¡ Jubileo en la CSCV !
El 8 de mayo fue un día histórico para la CSCV, al unirse a la celebración del Jubileo del Quinto Centenario de la fundación de la Arquidiócesis de Santo Domingo en la Catedral Primada de América.
El Jubileo
El Jubileo es un gran evento religioso. Es un año de remisión tanto de los pecados como de las penas por los pecados. Es el año de reconciliación entre los adversarios, de la conversión y de la penitencia sacramental, y en consecuencia, de la solidaridad, de la esperanza, de la justicia, del empeño por servir a Dios en el gozo y la paz con los hermanos. El Año Jubilar es -ante todo- el Año de Cristo, portador de la vida y de la gracia a la humanidad. Los orígenes del Jubileo se remontan al Antiguo Testamento (Ver Levítico 25, 8-17). Como un acto de adhesión a la celebración del Jubileo, y en el marco de una auténtica fiesta en el Espíritu, la comunidad organizó una peregrinación en la que participaron Siervos no solamente de Santo Domingo, sino de casi todas las casas del país.
El Convento
La peregrinación partió del “Conventode los Dominicos”, una de las cuatro órdenes que evangelizaron nuestra tierra de Quisqueya en tiempos coloniales (Franciscanos, Mercedarios, Dominicos y Jerónimos). En esta misma iglesia, el 21 de diciembre de 1511, Fray Antonio de Montesinos (llamado el “Padre de los Derechos Humanos”), en presencia del Virrey Don Diego Colón y demás autoridades de la colonia, pronunció su famoso sermón denunciando los abusos a los que eran sometidos los indígenas y, a la vez, reclamaba un trato humanitario para los mismos.
Procesión
Luego de escuchar las palabras de envío en el Convento, los Siervos – exhibiendo pancartas alusivas al Jubileo y vestidos de blanco, símbolo de la paz, desfilaron entusiasmados a través de las calles históricas de la Ciudad Colonial, ciudad fundada originalmente por Cristóbal Colon en 1494, destruida por un huracán y reconstruida de nuevo al otro lado del Río Ozama por Nicolás de Ovando en 1502, ciudad amurallada que fue tomada por Francis Drake en 1586, y más tarde por los haitianos en el Siglo XIX.
La Catedral Primada
En las escalinatas de la Catedral Primada de América fuimos recibidos por Su Excelencia Reverendísima Monseñor Víctor Masalles quien, visiblemente emocionado, pronunció un mensaje centrado en la celebración, una oración de bienvenida y una invitación a pasar por la Puerta Santa. Así los peregrinos entraron a la Catedral, y a “casa llena” se dio inicio a la
celebración de la Eucaristía como acto central del evento, con el Evangelio de “El Camino de Emaús”.
La Liturgia
La organización de la celebración Eucarística estuvo a cargo de los Siervos. Contamos con la participación de tres Diáconos de nuestra Comunidad, así como monaguillos, lectores, coro y una presentación hermosa y creativa de las ofrendas.
Homilía
En la homilía, Monseñor Masalles hizo un extenso relato sobre el sentido histórico del Jubileo, y abundó sobre la visita que hizo con el Padre Emiliano y un grupo de Siervos a Emaús en Tierra Santa, en 1996. Monseñor Masalles nos recordaba -en la homilía- de nuestro papel en la Iglesia:“Antes de nosotros entrar, esto no era más que un templo, cuando entramos en el edificio se convirtió en Iglesia porque nosotros somos piedras vivas y nos hemos congregado para celebrar a Jesús Resucitado” También nos explicó de manera
sencilla lo que era la Indulgencia: la confesión elimina las penas eternas y la indulgencia las penas temporales; es decir, las consecuencias del pecado, a la vez que nos invitaba a abrir nuestro corazón con humildad y confianza a esta gracia que Dios nos ofrecía a través de la Santa Madra Iglesia.
Indulgencia
En su oración final Monseñor Víctor Masalles impartió una bendición especial a los presentes, otorgando la indulgencia plena para aquellos que habían cumplido las condiciones señaladas (acudir a la confesión, hacer una obra de caridad y rezar por las intenciones del Papa). Por unos breves momentos éramos todos: ¡¡¡santos!!! ¡El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres! La Eucaristía terminó con gran júbilo y regocijo no sólo por la gracia recibida sino por la oportunidad de poder saludar a tantos hermanos de las distintas Casas del interior que hicieron acto de presencia en tan hermosa actividad. Prevaleció el sentir de pertenecer a una comunidad grande, una familia alegre, una parcela que Dios había preparado para nosotros. Como escribió un siervo: “Quiero expresarles lo orgulloso que me siento de pertenecer a la Comunidad Siervo de Cristo Vivo. ¡Qué respaldo tan bonito y que algarabía pudimos vivir aquel día en el Convento de los Dominicos! A esto le llamo yo ¡una comunidad! Gracias a Dios por permitirme pertenecer a una comunidad que goza de tantas gracias como la nuestra. Que el Cristo que está vivo entre nosotros siga derramándose en nuestra comunidad.” A lo cual, añadimos: Amén…..!
Fuente: El Siervo, junio 2011